21 de octubre de 2010

MORDIDA ESCARLATA

Te metiste en mis sueños mujer tan pálida  como la dermis de un muerto con cabello tan negro como las pasiones desoladoras y labios tan rojos como la sangre, estuviste aquí para satisfacer estos deseos carnales con ese cuerpo tan perfecto que parece esculpido como una pieza de mármol, belleza extendida por el mismo Lucifer… estuviste entre estas sábanas rozándolas con la suavidad de tu piel ¡yo lo sé!, esa mirada llena de lujuria y de pasión me hizo enloquecer y sacar ese lado salvaje de mi interior, perdí el control acariciando esa tersa y blanca piel, besé todo ese escultural cuerpo, desenfrenado por la pasión y locura; sentí tus besos, ese dolor y ese placer que me provocaban tus mordidas durante la copulación como si descargaras tu furia, disfrutabas tanto mi dolor, entre mayor era el placer más altos eran nuestros gemidos, hasta culminar con un exquisito éxtasis  tan irreal, inimaginable e indescriptible. La dulzura que tu expresión tenía al comienzo como la espuma desapareció…
¿Acaso te volveré a ver?; ¿Cuándo osarás profanar este lecho como lo hiciste con aquellas tumbas?... esa sangre (líquido tan escarlata) que escurre de tu boca sólo me indica el placer que con la noche me has traído… ¿Acaso hiciste un pacto con el diablo para así aliarte con el tiempo?, mujer, tu belleza es tan infinita, a pesar del tiempo tu rostro perdura tan firme y liso como el de una joven adolescente, mientras yo, ¡yo cada vez me vuelvo más miserable!, entre más tiempo pasa mi rostro está más y más invadido por estos horribles surcos…
¡Oh bella mujer! ¿Qué hiciste para evitar la condena del tiempo?, yo al ver esta miseria en la que me estoy convirtiendo me pierdo más entre el dulce y añejo sabor del vino, entre apuesta y apuesta… pero cada vez me atormenta más el tiempo, ese maldito verdugo cuenta las horas que me quedan de existencia, vive torturándome, recordándome lo efímero que soy, mientras él navega en un mar de inmensidad… ¿Qué se siente que en ti perdure la belleza de la juventud, saber que tu carne no se volverá carroña y saber que no serás consumida por los gusanos?
¡Oh! Hermosa mujer, ¿Acaso volverás a mi lado para torturarme?, contemplando eso que eres y yo jamás podré ser… ven y consuela a este miserable hombre con esas caricias, quiero volver a perderme en ti como lo hago en el vino… yo sé que no eres mi sueño, ni mi fantasía, eres realidad…
Tengo tu mordida en mi cuello; yo sé que estuviste aquí hermosa y fina dama. No estoy loco o tal vez me enloqueciste con desenfrenada pasión o con esa juventud eterna, aún conservo ese dulce y delicado aroma de tu piel…


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