Sal de tu lecho, divina dama con piel de porcelana, no te aprisiones entre estas 4 paredes, deja que el sol deje resplandecer esa incomparable cabellera dorada que se posa hasta tu esbelta cintura, deja que tus ojos de ocaso reflejen todo lo que hay a tu alrededor…
siente la suave caricia que da a tu rostro aquella pluma que de la nada cayó… deja de reprimir tu ser con aquel llanto de libertad, maneja, vete muy lejos, toma la carretera más larga… deja las ventanas abiertas de tu carro mientras manejas a toda velocidad para poder escuchar esos murmullos que el viento hace para tus oídos, deja que te haga cómplice de sus secretos más profundos, se víctima de tus pensamientos, déjate consumir por ellos ya que se mueren por ser escuchados; se la presa de la melancolía de las nubes cuando dejan caer sus lágrimas;
déjate atrapar por los recitales de aquellas aves en plenitud… deja que tus pies se hundan en la arena húmeda del mar, sólo déjate llevar como lo hacen las olas cuando su fiel amada, la Luna en silencio les susurra poesías… hazle el amor a ese mar que toda tu vida amaste...
Cuando tu perfume acaricia todos mis sentidos se convierte en el veneno -o tal vez droga- que enloquece a esta alma desoladora desenfrenando la lujuria, pasión y el deseo de provocarte dolor, sólo así puedes brindarle consuelo a esta alma enferma de venganza...